El Pan Chuta de Oropesa es todo un símbolo de costumbre cusqueño, representa un pan especial para Cusco y es reconocido a nivel nacional como único pan y original.
Su forma plana y circular, su textura esponjosa, su sutil dulzura y las dedicatorias y diseños que lo adornan esconden en su masa esos ingredientes únicos que impiden que se elaboren panes en otros lugares como Lima, donde la gente muere cada día y el agua no es tan pura, explican los panaderos locales.
Varias regiones han tratado de imitar la elaboración pero no han podido, muchos dicen que su sabor único es por la agua que utilizan.
Sin embargo, el pan de chuta ha conseguido convertirse en uno de los principales atractivos de la feria gastronómica Mistura que se celebra en la capital peruana del 4 al 13 de septiembre.
Un millar de panes de este tipo son transportados desde Oropesa a Lima cada día durante la duración de la feria.
«Intentamos hacer pan de Oropesa en otros lugares, pero el resultado nunca es el mismo. Incluso intentaron hacerlo en la ciudad de Cusco, que está a treinta minutos de nuestro distrito, pero fue imposible», dijo un panadero local.
El panadero subrayó que el principal secreto de su pan es el agua, que procede del Apu Pachatusan (el señor que sostiene la tierra, en quechua), una de las montañas de 4.200 metros de altura que son las guardianas de la ciudad de Cusco y veneradas como una divinidad por los incas.
Cada pan que sale de los hornos del barrio de Cusco ha sido bendecido por su patrona, la Virgen del Carmen, conocida como «la española», y también por el niño que lleva en su imagen, conocido como «el niño panadero».
Sólo una cosa puede detener la producción de pan chuta en Oropesa, y es el anuncio de la muerte de un local.
«Si alguien acaba de morir o no le queda mucho tiempo de vida, no hacemos pan chuta porque el alma del muerto no deja fermentar la masa», argumenta el panadero.
El coordinador del municipio de Oropesa, explicó que todas estas tradiciones son una parte importante del valor del pan chuta.
«En Oropesa hay una fuerte tradición católica, pero también una tradición mística. Es un conjunto de creencias andinas y coloniales que están representadas en las costumbres heredadas a través de las generaciones», añadió Bustos.
La municipalidad señaló que el 80% de sus 3.500 habitantes se dedica a la panadería, una tradición familiar que comenzó cuando los colonos españoles plantaron trigo en Cusco.
En la comunidad de panaderos hay más de 90 hornos de arcilla cubiertos de paja y barro que empiezan a hornear a las 3 de la mañana con turnos rotativos entre las familias.
Cada miembro de la familia realiza una tarea específica: los niños preparan la levadura, los hombres hacen la masa y la estiran, mientras que las mujeres las decoran.
El municipio de Oropesa calcula que cada familia puede trabajar hasta 100 kilos de harina por turno, a los que añaden la «masa madre», una levadura hecha con harina, agua y azúcar.
El trabajo de las familias produce unos 2.000 kilos de pan al día, que los habitantes distribuyen en ferias, paradas de autobús e incluso en otras regiones del sur de Perú, como Puno y Arequipa.
En Oropesa, los panaderos artesanos miran ahora más allá de Perú para seguir difundiendo su pan de chuta y perpetuar así la mezcla de tradiciones para las generaciones futuras.
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